Estos
dos fenómenos nos estaban ahogando y sumiendo en el desasosiego existencial, tímidamente,
durante el mandato del extinto Comandante Chávez para con la excusa de salir
del régimen, hacerle la vida de cuadritos al venezolano por osar comulgar con
la revolución chavista, y descaradamente ,o con el moño suelto como lo reza el
mero léxico criollo, ante el gobierno de Maduro en un afán por acabar ahora si,
con la gestión del hijo de Chávez, otra vez en navidad como en el 2002.
En
un articulo titulado “Inmigrante malagradecido “en el año 2010 (Google),mencionaba
lo siguiente: “No te pido
que quieras al gobierno, no te pido que adoptes un chavista, no te pido
escuches los Alo Presidente, te asocies a una comuna o te vuelvas socialista,
pero te exijo respeto en tus restaurantes, tus cadenas de producción, tu
fabricas, tus centros comerciales, sus supermercados, tus almacenes, tus medios
de comunicación, en síntesis, en todos los espacios que compartimos y que
convivimos, porque difícilmente, encontraras un paraíso como el nuestro, donde
tengas garantizada tu existencia, a pesar que sigan vendiendo a Europa y EE.UU.
como las maravillas de la democracia, pero tus negocios y fuentes de riqueza,
curiosamente se encuentran en Venezuela”. Pero
también defendí a los empresarios patriotas o los que habían adoptado la
nacionalidad venezolana y les agradecía como todo el país, haber echado sus raíces
en nuestro terruño y luchar codo a codo por el progreso de la tierra del alma
llanera, de los tepuyes, los médanos, las montañas nevadas, en fin un paraíso terrenal
llamado Venezuela.
Pero
hoy me pregunto: ¿Qué paso con los asiáticos, italianos, árabes, españoles,
portugueses, por nombrar algunas razas mas inmersas en la cotidianidad de la idiosincrasia
venezolana, que se han convertido en hambreadores del pueblo y se convierten en
la mano armada del oposicionismo nacional e internacional?
Por
otro lado, la colicultura adoptada del venezolano, en kilométricas colas, no
por hambre o por necesidad sino para especular, desestabilizar, desabastecer o
robar al prójimo, al revender los alimentos o la gasolina a precios
exorbitantes, contribuyendo al caos cotidiano. Esta triste práctica ya no es la
jocosa viveza de un habitante criollo, sino la perversión importada de falsos
valores de sociedades hambrientas como Haití o países en guerra y devastados
por tifones o maremotos que luchan por sobrevivir ante la muerte inminente. Esa
no es Venezuela.
Vivan
las medidas de Nicolás maduro!
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